Crónica de Fernando Jaime Pachón Cano
Las cofradías de la Quinta Angustia y de la Pax ponen el colofón a la segunda mitad del Viernes Santo en una tarde noche marcada por el cambio de recorrido de la Hermandad del barrio de Consolación debido a la amenaza de lluvia.
Todavía con el regusto de lo vivido en la mañana de este Viernes Santo y tras la obligada adoración de la Cruz en los oficios, Osuna, ataviada ya con el luto propio de la jornada, se disponía a encontrarse fielmente con su cita en la Victoria y en Consolación con las cofradías de la Quinta Angustia y de la Pax respectivamente en una tarde llena de contrastes.
Comenzaba esta segunda mitad de la jornada con la apertura de las puertas de la Victoria a las 20 horas. Con rigurosa puntualidad se echaba a la calle el numeroso cuerpo de nazarenos que dan luz a la Señora, conformando un cortejo exquisitamente organizado. Tras la salida de los tramos de nazarenos, cruzaba el dintel de la Victoria el paso de la Quinta Angustia a los sones de La Muerte de Asse interpretada por la Unión Musical Astigitana. A su conclusión emergía desde uno de los balcones que dan al antiguo templo de los Minimos la ya clásica saeta de Manuel García, “el mellizo”.
Decía un profesor de Filosofía que tuve en el Instituto que las modas entran primero y más rápido en las cabezas más débiles. Que la Quinta Angustia sea una cofradía en la que las modas en lo referente a lo cofradiero entran lo justo y necesario, además de ser un hecho de agradecer en los tiempos que corren, dice mucho de sus hermanos. Ejemplo de ello es el exquisito acompañamiento musical elegido para enriquecer el paso de la Señora por las calles de nuestro pueblo.
Si bien levantó cierto escepticismo en parte de la Osuna cofrade el anuncio el año pasado de la recuperación del acompañamiento musical para su titular, la puesta en escena truncada en 2024 por la lluvia, pero confirmada en el presente año del repertorio elegido, confirman que el elenco de marchas que suenan tras las Angustias aportan, y mucho, a una cofradía ya de por si elegante y rigurosa. “Jesús de las Penas” a su paso por la carrera o “Quinta Angustia” en la Plaza de España son ejemplos de ello. Pero sin duda, el momento donde lo que venimos apuntando ha quedado refrendado de una forma más palpable ha sido el paso por la calle Hornillos. Ver venir, llegar e irse a la Virgen con su hijo en su regazo en la penumbra y entre nubes de incienso a los sones de “Margot”, ha sido un momento de una categoría inconmensurable, un auténtico regalo de la Virgen al puñado de elegidos que se daban cita en este mágico enclave.
Tras ello, proseguía con estos aires clásicos y solemnes el discurrir de la cofradía hasta estar de vuelta en la Victoria a la hora convenida. Una vez más se llevaba a cabo una entrada que más que el punto final de una procesión, es un acercamiento a la mística cofrade si se tiene la dicha de presenciar desde el interior del templo.
Un cuarto de hora pasadas de las 20 horas, se echaba a la calle la cruz de guía de la cofradía de la Pax. Todavía con una luz que tardaría en irse, las elegantes capas de los nazarenos salidos de Consolación revoloteaban al viento de los aledaños de Arcipreste Valderrama y la Plaza del Duque para ir conquistando terreno en nombre de la Paz.
En el primero de los pasos de la cofradía, el del Santísimo Cristo de la Paz, se pudo admirar cómo va avanzando el proceso de dorado de tan magnífica obra, estando ya completamente dorada la parte superior del canasto. Poco a poco se va haciendo realidad el anhelo de la hermandad, en lo que se atisba que será un paso que está llamado a marcar un antes y un después en nuestra Semana Santa. Acompañando al primero de sus titulares puso sus sones la magnífica banda de cornetas y tambores Maestro Valero, de Aguilar de la Frontera, bien conocida en Osuna, además de por poner los sones al Señor de Consolación, por los años que acompañó a Nuestro Padre Jesús Caído.
Como apuntábamos al principio, el discurrir de la cofradía hubo de ser recortado por la amenaza de lluvia que se cernía para en torno a las 12 de la noche, siendo en un principio la hora estipulada para la llegada de nuevo al templo la 1:30 de la madrugada. Por ello, tras su paso por la carrera oficial, se optó por bajar por la calle Sevilla y continuar por Palomo y Molinos en lugar de continuar por la Carrera y bajar Gordillo como es habitual. Medida que a la postre resultó todo un acierto como más adelante relataremos.
Con su habitual ráfaga de plata se dejaba ver la Virgen del Mayor Dolor bajo su portentoso palio de crestería. Magistralmente comandada por Eduardo Rodríguez, la cuadrilla de la Virgen hizo alarde de un andar alegre a la par que elegante durante todo el recorrido. El acompañamiento musical estuvo a cargo de la Banda de Música Municipal San Antonio de Padua de Villanueva del Ariscal, que mostró un gran nivel en todo momento durante la procesión. En los primeros metros del discurrir de la Señora se llevó a cabo una petalada, concretamente en la calle Arcipreste Valderrama, acto de amor de un barrio por su devoción mariana. Proseguía su discurrir el palio hasta el punto clave de la calle Tía Mariquita, enclave que como es consabido es de especial exigencia para las cofradías que por allí transitan. En esta ocasión se solventó el paso por tan angosta calle de una manera magistral, con finura y solvencia culminando a los sones de “Siempre Macarena”, marcha con la que la Virgen llegaría al palquillo de autoridades. Para marcharse del mismo también sonaron compases macarenos, concretamente “Macarena”, de Abel Moreno, levantando los aplausos del público congregado en la vuelta de la Plaza de España frente al Ayuntamiento al culminar el paso por este punto.
Lo que comenzaba siendo una agradable tarde de primavera, se tornó en una desabrida y fría noche amenazante de lluvia, lo que hizo que la cofradía tuviera que acelerar su ritmo. De este modo, en torno a las 12 el Señor de la Paz llegaba a la Plaza de Consolación con un compás abierto y avanzando terreno entre una fina cortina de lluvia que resultó solamente un aviso de lo que se vaticinaba para más adelante. Con celeridad pero sin descomponerse, avanzaba la cofradía hasta la puerta de su templo, en la que el Cristo se giraba y finalmente entraba a los sones de la marcha “En manos de Jesús”.
Tras Él, llegaba su madre del Mayor Dolor, cuya cuadrilla también efectuaba un ímprobo esfuerzo para culminar una entrada tremendamente exigente y dura pero efectuada con una solvencia más que notable. Rozando la media hora sobre las 12 se ponía fin a una estación de penitencia en la que la cofradía dio un ejemplo de cómo se puede acelerar el ritmo sin descomponerse en ningún momento. Justo cuando la Virgen se encontraba guarecida en el interior de Consolación, volvió a descargar un aguacero, ahora sí, de una entidad considerable, que a buen seguro hubiese sido un contratiempo considerable de no haberse optado por acortar el recorrido.
De esta manera se ponía punto final a una jornada con dos cofradías, si bien radicalmente distintas, unidas en torno a la Cruz y que forman parte del elenco de las cofradías clásicas de entre las que conforman el elenco de nuestra Semana Santa, preámbulo ambas del colofón de nuestra semana grande que tendrá lugar hoy con la procesión del Santo Entierro y la posterior celebración de la Vigilia Pascual.
Fernando Jaime Pachón Cano
