Crónica y galería fotográfica de la salida procesional de María Santísima de la Encarnación en el Domingo de Pasión
Languidecía la tarde en Osuna, el sol se escondía, pues seguramente le ruborizaba lo que se iba a presenciar en la Villa Ducal allá por el barrio de Fátima. Jugueteaba con las nubes para darle al palio un color tisú oro, el mismo que la Agrupación Parroquial estrenaba en el juego de sus bambalinas con los varales y es que mayor galantería y buen saber hacer ya no se puede tener.
Poco más de las 18:00 h, tras el rezo del párroco de Consolación, se abrían las puertas del templo de Fátima en una salida angosta, pero reducida en altura y de forma magistral tenían que sortear los costaleros un obstáculo, minúsculo, porque lo importante era acercar la Madre de Dios a tantas y tantas personas que no pueden ir a visitarla durante el año.
«Nene, ¿cómo se llama esta Virgen?» Eran los comentarios que en su primera salida procesional rumoreaban las mujeres mayores del barrio a su llegada al templo. Ayer estos comentarios se convertían, por la misma persona, en «Nene, vaya espectáculo, que bonita habéis puesto a la Virgen» y es que el paso de los años han convertido que aquella talla que llegase al templo de Fátima en andas, sea hoy día una referencia para el mundo cofrade, pues en las calles se aglutinaban cientos de personas para verle la cara a la de los ojos verdes.
Con sones de Mairena del Alcor, de manera sublime, elegante y perfectos, el paso caminaba bajo la voz de su capataz, Rafa Pino y sus auxiliares, Javier García, Manuel Ortega y César Duque, un equipo que ha ido forjando con trabajo y esfuerzo una manera muy peculiar de andar en Osuna, trayendo la singularidad de barrio a Fátima. Treinta valientes costaleros, treinta y cinco contando los relevos, fueron los encargados de hacer que su cara se viese reflejada en las pupilas de cuantos miraban su cara entre sus varales.
«Que manera de hacernos disfrutar», «Qué elegante y guapa va la Virgen» – permíteme decirte Señora que José Hidalgo y su equipo de camareras tienen unas manos tocadas por Dios, igual que Darío con su Hijo. Danos Salud, Padre – «Que pena que no la podáis ver por fuera» – exclamaban a los costaleros… un sinfín de emociones los que se vivieron durante todo el recorrido, para culminar en su barrio petalá tras petalá.
En aquella calle «de los naranjitos» donde el silencio – por favor, guarden silencio al paso de una Cofradía – se hizo presente. Volvió a sonar «Mi Amargura», volvieron a caer lágrimas, volvió a renacer la vida, volvimos… los cofrades volvimos.
