Crónica de María S. Campos y galería fotográfica de la madrugada del Jueves Santo en Osuna
Eran las 00:00h en la Insigne Iglesia Colegial cuando, al fin, volvía a sonar como llamaban a su puerta para que la misericordia del Señor fuese derramada por Osuna. Largos tramos de penitentes subían el andén de la colegiata alumbrando con cera tiniebla el paso de la cofradía para que, al son de un tambor sordo, el Señor saliera custodiado por sus cuatro hachones.
Imborrables imágenes las que iba dejando la sombra de la cruz en las paredes mientras el paso subía camino de la plaza Luis de Soto Torres.
Bajando la cuesta de los cipreses, el nerviosismo se apoderaba del barrio de la rehoya, donde todos sus vecinos lo esperaban ansiosos para iluminarle con las velas repartidas por el grupo joven de la cofradía.
Respetando el voto de silencio, se pedía la venia por escrito al secretario del Consejo para que la hermandad pudiera pasar por carrera oficial.
Tras pasar por la plaza España, inicia una subida muy especial, cargada de sentimiento, anhelos y recogimiento. Una subida, siempre en silencio, donde se lanzan las más sinceras plegarias.
Los nazarenos, conforme van llegando a la colegiata, continúan formando filas esperando al Señor. Una espera de amor tras la cual los hermanos pueden estar más cerca de Él, como dice la carta a los Hebreos: “Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia”.