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Evangelio y Reflexión del 2º Domingo de Cuaresma, por Don Raúl Moreno

13/03/2022
Por: Carlos Bellido García
El párroco de La Victoria de Osuna nos hará durante esta Cuaresma un recorrido virtual sobre las lecturas y Evangelios de los días señalados para que lleguemos reconvertidos y mejorados a una esperada Semana Santa 2022
Primera lectura: Lectura del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18

En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia. Después le dijo: «Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra». Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?». Respondió el Señor: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón». Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos: «A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Éufrates».

Salmo: Sal 26, 1. 7-8a. 8b-9abc. 13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿Quién me hará temblar? R/.

Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor. R/.

No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.

Segunda lectura: Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 3, 17 – 4, 1

Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque —como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos— hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Evangelio del día: Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 28b-36

En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:

«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía:

«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».

Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

REFLEXIÓN:

¿A dónde nos lleva el evangelio de hoy? Si seguimos el texto en sus inicios: subió al monte a orar. Esto es muy propio de Lucas y siempre en momentos importantes de la vida de Jesús. No hay nombre para el monte en ninguno de los evangelistas (cf. Mt 17,1-9; Mc 9,2-10). El evangelista Lucas, a su manera, quiere asomarnos, por un pequeño instante, con los discípulos, a esa vida que no está limitada por nada ni por nadie. Quien escucha, hoy, en este domingo de Cuaresma, este pasaje del evangelio quedará sorprendido, porque no le será fácil entender todo lo que en él acontece.

Pero debemos pensar que Lucas, recogiendo la tradición de Marcos, que es el primer evangelista que la asumió de otros, sabe que en su comunidad habrá dificultades para entenderla. De todas formas, ha limado un poco su lenguaje y su intención catequética. La Transfiguración es una escena llena de contenidos simbólicos. Es como un respiro que Dios le concede a Jesús en su camino hacia Jerusalén, hacia la pasión y la muerte, con objeto de que alcance a experimentar un previamente la meta.

Solo desde la oración, entiende Lucas, es posible vislumbrar lo que sucede en el alma de Jesús. Ese coloquio que Jesús mantiene con los personajes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías, representan la Ley y los Profetas y con ellos se entabla un diálogo en profundidad sobre su “partida” (éxodo), sobre su futuro, en definitiva, sobre su muerte.

La Transfiguración, pues, quiere ser una preparación para la hora tan decisiva que le espera a Jesús. Los discípulos más conocidos acompañan a Jesús en este momento, como sucederá también en el relato de Getsemaní, en el momento de la pasión, pero tanto aquí como allí, el verdadero protagonista es Jesús, porque es él quien afronta las consecuencias de su vida y del evangelio que ha predicado.

No obstante, aquí los discípulos se ven envueltos en una experiencia profunda, trascendente, que les hace evadirse de toda realidad. Dos personajes, Moisés y Elías, que subieron cada uno en su momento al Sinaí para encontrarse con Dios, ahora se hacen testigos de esta experiencia. La presencia de estos personajes “adorna” la escena, pero no la llenan. En realidad, la escena se llena de contenido con la voz divina que proclama algo extraordinario.

Quien está allí es alguien más importante de Moisés y Elías, la Ley y los Profetas ¡que ya es decir! En realidad, la escena se configura sencillamente con un “hombre” que ora intensamente a Dios para que no le falten las fuerzas en su “éxodo”, en su ida a Jerusalén. Todo en un monte que no tiene nombre y que no hay que buscarlo, aunque la tradición posterior haya designado el Tabor.

Todo ha sucedido, según san Lucas, “mientras oraba”. Esto es especialmente significativo. Estas cosas intensas, espirituales, transformadoras no pueden ocurrir más que en la otra dimensión humana. Es la dimensión en la que se revela que, sin embargo, el Hijo de Dios está allí.

Los discípulos han vivido algo intensos, algo que no se esperaban (aunque de ellos no se dice que oren y esa es una diferencia digna de tener en cuenta); pero Jesús, que ha vivido esta experiencia más intensamente que ellos, sin embargo, sabe que debe bajar del monte misterioso de la Transfiguración para seguir su camino, para acercarse a los necesitados, para dar de beber a los sedientos y de comer a los hambrientos la palabra de vida. Su “éxodo” no puede ser como le hubiera gustado a Pedro, a sus discípulos, que pretenden quedarse allí instalados.

Queda mucho por hacer, y dejar huérfanos a los hombres que no han subido a las alturas espirituales y misteriosas de la Transfiguración, sería como abandonar su camino de profeta del Reino de Dios. Probablemente Jesús vivió e hizo vivir a los suyos experiencias profundas; la de la transfiguración que se describe aquí puede ser una de ellas, pero siempre estuvo muy cerca de las realidades más cotidianas. No obstante, ello le valió para ir vislumbrando, como profeta, que tenía que llegar hasta dar la vida por el Reino.

Acudamos a la Santísima Virgen María Rosa Mística para que nos apoyemos en el ejemplo de la que supo orar con su vida para vencer las desidias y propuestas del maligno.

NOS PREGUNTAMOS:

¿Qué significa la resurrección para nosotros, para los otros y para Dios en nosotros?

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