Quién nos lo iba a decir…

El Grupo Joven de la Misericordia compuesto por 22 integrantes realizó el Camino de Santiago con una gran satisfacción y experiencia

Quién nos iba a decir que íbamos a realizar el Camino de Santiago con 17 jóvenes. Esa es una de las tantas frases que nos dijimos Alicia Pradas, Manuel Jesús Rangel y yo cuando llegamos a la Plaza del Obradoiro un soleado jueves. Comenzamos la peregrinación hasta Santiago 6 días antes, aunque el verdadero comienzo no fue durante esa semana.

Vamos a trasladarnos 4 meses antes, allá por el mes de abril, recién terminada nuestra Semana más esperada. En un muy conocido bar de Osuna, Manuel Jesús y un servidor nos reunimos para organizar algo para el Grupo Joven de la Cofradía de la Misericordia, corporación a la que pertenecemos los tres. No era una reunión cualquiera, era una reunión con pensamientos altos, con ganas de hacer cosas grandes, de traspasar fronteras y llevarlo a cotas más altas que una simple convivencia con adolescentes y adultos jóvenes. Desde que fue elegida la nueva Junta de Gobierno presidida por José Pedro Ruíz, yo sólo hacía que darle vueltas a la cabeza para realizar el Camino de Santiago pero durante el año 2023, año en el que nuestro Sagrado Titular cumple 400 años desde que Juan de Mesa lo tallara. Durante esa reunión, se lo plantee a Manuel Jesús y me dijo que porqué había que esperar a 2023 pudiéndolo hacer este verano, además ‘’Año Xacobeo’’. Y así fue.

Poco tiempo después, durante una cena le planteamos a Alicia la idea y no tardó 10 segundos para empezar a proponer ideas, sugerencias, cómo lo podíamos hacer, fechas, etc. Durante varios meses, algunas que otras reuniones, muchas visitas a las distintas webs del Camino, llamadas a albergues, ayuntamientos, iglesias, monasterios, etc, conseguimos ajustar el itinerario final, el cual, constaba en salir desde Ourense peregrinando durante 107 kilómetros hasta la tumba de Santiago Apóstol.

Al fin llegamos a Ourense. Al día siguiente, tras el rezo matutino, comenzamos nuestra peregrinación. Nos esperaba la parte más dura de todas las etapas, la conocida ‘’Costiña del Diablo’’. Una carretera hacia arriba durante 2 kilometros y una pendiente del 21% de inclinación, estábamos escalando una pared. Un tramo muy duro del que conseguimos rehacernos de una manera sublime. Poco a poco San Cristovo de Cea se iba acercando.

Al día siguiente, íbamos a realizar la etapa más corta de toda la semana, pero cometimos el error de hacernos la idea de que iba a ser poco. Continuas pendientes hacia arriba y abajo. Nos dirigíamos hacia el Monasterio de Santa María de Oseira y no conseguíamos ver el final. Finalmente, la llegada al Monasterio mereció la pena tras un camino tan complicado. Un conjunto de estilo románico del S. XII que a lo largo de su historia ha tenido una gran importancia económica y social en la comarca y otras tierras más lejanas.

El rezo del día siguiente pudo ser de los más especiales, por el entorno, bajo la tenue luz de la luna, el silencio del ocaso de la noche, la emotiva petición por los que realizábamos el rezo y porque era la etapa más larga y nos quedaba una dura mañana. Y así fue, una etapa de más de 6 horas andando que para algunos incluso fueron más de 7 horas, con una salida muy angosta hacia arriba llenas de grandes piedras y sin apenas luces que nos alumbraran el terreno. Ahí el Cristo de la Misericordia era quien nos alumbraba el camino sin lugar a dudas. Una vez pasado dicho tramo, todo fue más liviano hasta los últimos 5 kilómetros en los que fueron por el arcén de una carretera bastante transitada, y siempre con el peligro que conlleva ese riesgo. Por fin llegamos a Lalín, kilómetro 0 de toda Galicia.

Después del rezo de la mañana y varios intentos de que a las 7 de la mañana alguien nos hiciera una foto grupal, nos disponíamos a comenzar la cuarta etapa. Las ganas de conseguir llegar al destino y tener un buen camino iban ‘’in crescendo’’. El grupo cada vez estaba más motivado y estábamos empezando a ser una piña. El trabajo en equipo y las ayudas entre unos y otros se hacían notar. Todos nos dábamos ánimos y a nadie le faltaba nada. Los vecinos de las aldeas por las que pasábamos nos ofrecían agua y comida para no desfallecer por los bellos paisajes que en todo momento nos iban rodeando. Silleda fue el final de una etapa preciosa y el comienzo de algo aún más bonito.

Para poder tener la Compostela, documento que acredita que has realizado el Camino de Santiago, previamente tienes que solicitar una acreditación para que te vayan sellando albergue por albergue para certificar que has realizado todo el recorrido. La quinta etapa comenzó con un contratiempo, ya que a uno de los jóvenes se le extravió la acreditación. Nadie salió hasta que no apareciera y todos ayudamos a buscarla hasta que la hayamos. Eso nos hizo aprender que el conjunto hace la fuerza y todos somos uno. La salida de Silleda hacia Ponte Ulla puede ser perfectamente una de las periferias más hermosas y mejor conservadas que tenga un pueblo. El recorrido fue muy especial, encontramos un altar dentro de un árbol muy emotivo y colmado de numerosos sentimientos. Por supuesto, ahí iba a quedarse una estampa del Santísimo Cristo de la Misericordia como se fue haciendo durante todos los días. Los primeros grupos. La llegada a Ponte Ulla fue más dura de lo esperado. Allí, sin previo aviso, escondida entre un denso y verde bosque caducifolio nos esperaba la ‘’Cuesta del rompepiernas’’, una pendiente hacia abajo con un desnivel de un 10%. Algunos optamos por bajarla corriendo, otros apoyando los palos y bastones todo cuanto podían, y otros directamente de espaldas. Entendible perfectamente el nombre. Por cierto, Ponte Ulla es un pueblo muy pequeño que apenas sale en el mapa, pero es precioso. Todo el grupo se preparaba para la última etapa.

Al fin llegó la etapa final. Ponte Ulla – Santiago. La más especial y emotiva sin lugar a dudas. Comenzamos muy temprano, sin luz ninguna y por un estrecho camino, a través de un frondoso bosque y que te ponía la mente a prueba. Cualquier ruido que escucharas pensabas que te podía salir cualquier tipo de animal. Un itinerario repleto de plantaciones de maíz a medida que te ibas acercando a Santiago, que se iban transformando en pequeñas casas con sus respectivos jardines y huertos; hacían indicar que nos estábamos acercando a Santiago. La entrada por la calzada romana divisando en la lejanía las dos torres de la catedral fue un soplo de aire fresco para los últimos metros hasta nuestro meeting point, el puente medieval de Sar. Allí esperamos a que llegaran todos para entrar en Santiago todos juntos. A medida que nos acercábamos a la Plaza del Obradoiro los nervios estaban a flor de piel y en la plaza de la Encarnación, justo antes de la llegada, todo el grupo comenzó a cantar el ‘’Dios te salve’’. La gente se echaba a los lados ante nuestro paso aplaudiéndonos y cantando con nosotros hasta que por fin entramos en la plaza. Allí nos esperaba esa imponente fachada barroca quien fue testigo de las emociones y abrazos tras un duro objetivo cumplido.

Una experiencia de vida en todo su esplendor. Un grupo de personas que pasan a ser una familia. Una familia con la que compartes un sentimiento inexplicable de superación, de risas, llantos, y un sinfín de emociones que para poder vivirlas solamente tienes que realizar el Camino de Santiago.